viernes, 17 de octubre de 2014

Momentos de angustia


Pulsé el botón del ascensor pero no ocurrió nada. Ningún movimiento, ningún sonido de puertas al abrirse o cerrarse, nada.

Un escalofrío me recorrió de los pies a la cabeza y empecé a inquietarme. "Tranquila, no pasa nada", me animé, "seguro que reacciona en algún momento".

Volví a pulsar el botón, esta vez con insistencia. Después, con tanta fuerza que la pequeña circunferencia amenazó con hundirse en la pared.

Se me erizó el vello de la nuca y un sudor frío empapó mi piel. La ansiedad empezó a crecer en mi interior. El corazón repiqueteaba en mi pecho más rápido de lo normal. ¿Qué podría pasarme? ¿Y si me daba un infarto ahí dentro?

Como si lo convocase, empecé a sentir un fuerte dolor que subía por el brazo izquierdo, intenso y constante. "Voy a morir, lo sé", susurré aterrorizada.

De repente, ¡PUM! alguien cerró la puerta del ascensor en algún piso superior y automáticamente se encendió la lucecita roja que indicaba que el ascensor bajaba a buscarme.

Suspiré aliviada y decidí subir por las escaleras. Era más sano y seguro que mi hipocondría me lo agradecería.

©Jim Megal-2014. Todos los derechos reservados

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