miércoles, 8 de octubre de 2014

Otoño


Las gotas de lluvia resbalan perezosas por la ventana de mi habitación. La melancolía me embarga. Se parecen demasiado a las lágrimas, aunque más frías. Me estremezco y acaricio mis brazos para entrar en calor.
El tiempo está cambiando. Lo saben mis huesos doloridos. Lo saben las aves que inician sus vuelos en busca de un lugar más cálido. Lo saben los árboles que se visten de gala con tonos ocres, rojizos y marrones. Lo sabe el viento que se levanta frío y caprichoso a jugar con nuestros cabellos. Lo saben las nubes que lloran de alegría al dar la bienvenida al otoño.
El otoño, el alivio del verano y el presagio del invierno. El otoño, que cubre con su manto de hojas muertas las calles de mi ciudad. El otoño, que me llena de sosiego; que me invita al recogimiento y a la meditación; que me empuja a una taza de té humeante mientras miro por mi ventana y pienso, que la vida es un paso de estaciones y que todas se deben saborear.

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