martes, 3 de marzo de 2015

Transformación...

Faltaban tres días para la luna llena  y ya empezaba a sentir los cambios que se producirían en su cuerpo. Llevaba muchos años padeciendo esa transformación, desde que sus formas abandonaron los rasgos de niña, pero, por más que pasaba el tiempo, no se acostumbraba. Ansiaba que llegara el día de su liberación, cuando dejase de estar sujeta al cambio y a la luna.
Era doloroso y no solo para ella. El ser en quien se convertía era colérico y sanguinario; el más nimio de los contratiempos desataba su furia y, a su lado, nadie estaba a salvo. El proceso también le resultaba vergonzoso, porque en los momentos más inesperados, afloraba su ser más interno, más sensible y vulnerable. Su alma quedaba desnuda y desprotegida y ningún consuelo aplacaba su sufrimiento.
Esa noche soñó con la luna. Sus huesos crujían quejumbrosos mientras su vientre se hinchaba y retorcía. Sintió en su cabeza la presión del momento, tan intensa que podría licuarle el cerebro. Su corazón se aceleró y sintió el sudor frío que precedía a la transformación y entonces... se despertó.
-¡Maldita sea! ¿Tenías que adelantarte? ¡Mañana los niños se iban de fiesta de pijamas! -gritó y lloró, todo al mismo tiempo.

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